sábado, febrero 20, 2010

El tipo equivocado




Aquí estoy esperando ansiosa como una chiquilla el día de San Valentín. ¿San Valentín? Arqueó una ceja mientras pienso en ese monje hace siglos muerto. Mi cigarro va menguando más de prisa que de costumbre. Odio tener que esperar. Miro a mi alrededor, ni un alma, la plaza está vacia. Está plaza llena de recuerdos, malditos recuerdos de lo que una vez fue una epoca feliz en mi vida. Fijo mis ojos nuestra gran catedral, la única de la ciudad. No sé porque pero siempre que entró a cualquier lugar denominado sagrado, me entran escalofrios. La verdad, como construcción no está nada mal, aún se mantiene en pie a pesar de las tres o cuatro guerras sufridas y la estatua de San Pablo aún brilla. Voy a matarlo, como no venga, lo mato. Por fortuna, para él, tras unos cuantos cigarrillos consumidos y mi cabeza llena de pensamientos absurdos, llega. Él sabe perfectamente lo mucho que odio esperar pero siempre llega tarde, creo que no elegí al tipo adecuado. Él se disculpa con una sonrisa y trata de camelarme, siempre hace lo mismo. Sin embargo esta vez, no me cuenta ninguna historia alocada a modo de excusa. Resulta que su excusa me estrecha amistosamente la mano. Fascinada, me quedo fascinada, es decir, nada más estreñar manos y mantener una leve conversación, ese tipo ha conseguido calmar mi enojo. Sin lugar a dudas, elegí al tipo equivocado.

1 comentario:

Sebastian Villa dijo...

A veces ser el tipo correcto termina volviéndote indeseable. Supongo que él lo descubrió hace tiempos.