sábado, febrero 19, 2011

FanFic Slayers EL BRUJO CARMESÍ

NOTA DEL AUTOR (O AUTORA XD):
Me ha dao por los FanFics XD Bueno esta vendría a ser otra historia corta, relacionada con Slayers pero mucho más relacionada con Slayers Eterno Poder, FanFic que escribo en DeviantArt ^^ Espero que os guste. Puede que haya contenido fuertecillo ^^'

Cuando el chiquillo contempló el hermoso tapiz de grandes dimensiones, tejido hacía años por una extraordinaria dama, el chiquillo se quedó sin palabras. Tán sólo era capaz de mantener su boquita abierta, sin apartar sus ojos de la imagen que tán detalladamente había sido cosida. La imagen de un chiquillo de edad y apariencia muy similar a la suya. Cabellos lacios y castaños, no muy oscuros, rasgos finos y encantadores pero sus ojos eran de un verde parecido a los de la sacerdotisa que acompañaba a su tutor, verde brillante cercano al color ambar, todo lo demás encajaba con él. Sin olvidar añadir, la alta figura que se hallaba junto a aquel chiquillo, toda vestida de rojo, engalanada con un gran medallón dorado cuya gema era tán roja como las ropas. Con cabellos oscuros, lisos y bien peinados, sepados por una raya en medio, que dejaba todo su rostro visible. Su piel parecía delicada, muy clara. El chiquillo tuvó que ponerse de puntillas para admirar mejor el rostro del hombre de rojo pues aquel individuo le era familiar. Seguramente sus ojos estarían fuertemente cerrados pensó pero a pesar de ir por bien camino en sus deducciones, no acertó del todo. Los ojos del hombre estaban ocultos trás un pañuelo o alguna tela de vivo rojo color, a conjunto con las ropas y la gran gema del medallón. Una voz femenina le sobresaltó haciendole perder la malograda estabilidad, por lo que el chiquillo pues sus pies se habían mantenido demasiado tiempo de puntillas. Se habrían dormido, un desagradable hormigueo se lo indicaba. La dueña de aquella voz corrió hacía el niño, que seguía manteniendo los ojos puestos en el tapiz.
-¿Qué hace aquí? -Le regañó levantandolo del suelo con suma fácilidad. -Ya sabe que le está prohibido pasar por esta zona del palacio. -
Tomandolo en brazos lo alejó del tapiz para llevarlo a la sala en la que sus abuelos paternos se encontraban. El chiquillo permaneció sentado frente al calmado fuego sin decir palabra. Aquella arpía le habría comentado que había sido encontrado observando ese tapiz prohibido. Su abuelo paterno le miraba y en sus ojos se percibía la desconcertación. Siempre que le miraba, en su rostro se apreciaba eso. Fue su abuela paterna, la reina de aquel frio reino, la que sentandose a su lado, aclaró sus dudas.
-Sé que por más que te prohiba pasar por allí, seguirás yendo. ¿Me equivoco? -Comenzó la reina con voz suave. -Pues el hombre de rojo te es familiar. -
El chiquillo dejó de observar la extraña danza que las llamas mantenían y miró a la hermosa reina. A pesar de los años, aún lucía un hermoso aspecto.
-Rezo. -Murmuró el chiquillo.
-Tu le quieres mucho, ¿verdad? Es como un padre para tí. -
El chiquillo asintió dibujandose una hermosa sonrisa en el rostro del niño ante el recuerdo de ese gran hombre. Su abuela paterna le paso cariñosamente unos dedos por su revoltoso cabello, apartandole un largo mechón del rostro. Le recordaba tanto a su hijo, Erik. Haciendo un esfuerzo por no llorar frente a él, le explicó quien era realmente aquel hombre, el brujo carmesí, y porque se había empeñado tanto en que el chiquillo no viese imagen alguna de él. Todo comenzaría una fria tarde de otoño, los bosques lucían un aspecto vulnerable, como si con la caida de sus hojas, todo su gracia y porte hubiese sido arrebatada. Los terrenos estabarían colmados de hojas, de diversos tonos marrones y en una de las pequeñas aldeas, aldea en la que vivía en aquella epoca de su vida, el niño del tapiz, un padre castigaba severa e injustamente a su retoño mientras un enigmatico joven de roja vestimenta y malvado proposito llegaba a la mencionada aldea. En principio, confundido por un buen hombre, hombre de Dios, fue acogido por los aldeanos con los brazos abiertos pero cuando se atisbo salir huyendo al hijo del señor Grey y al poco, el pequeño hogar Grey fue incendiado, todos supieron que contradecir a aquel individuo era peligroso. El señor Grey no permitía que su hijo abandonase su hogar, diesen lo que le diesen o le ofreciesen lo que le ofreciesen a cambio pues el rudo y cada vez más violento señor Grey no deseaba que las demás gentes descubriesen la enfermedad de su hijo. El pequeño Grey aprovechó el arranque de su padre contra el hombre de rojo para escapar, para llegar hasta el monasterio más cercano. Por desgracia ¿o fortuna? Acabó perdiendose y siendo encontrado por aquel extraño de rojo, que a su manipuladora manera, le ofreció lo que parecía una solución mucho mejor que la que los monjes le podrían dar. Ciertamente el joven Grey salió ganando pero a un coste muy alto. El hombre-bestía ya lo dijo Para nuestro señor no somos más que titeres, en cuanto comienzas a mostrar un poco de iniciativa propia, no sólo corta tus hilos, te lanzará al fuego. Al cabo de escuchar poniendo toda su atención el relato proveniente de su abuela paterna, el niño, comprendiendo que ellos veían a su tutor como si fuese aquel maquiavelico hechicero, levantandose energicamente, exclamó:
-¡Ese no puede ser Rezo! ¡Rezo es bueno! ¡Bueno como los santos! -
Y con lagrimas en sus ojitos, el chiquillo corrió hacía sus aposentos, el dormitorio que perteneció a su padre. Su abuelo paterno y su abuela materna se miraron arrugando la frente. Ella tán sólo trataba de proteger a su nieto del hombre que pensaba era la reencarnación del brujo carmesi.

martes, febrero 15, 2011

FanFic Slayers QUIMERA

El muchacho escuchó a su peludo compañero sin dar credito a lo que acababa de llegar a sus oidos. ¿Entonces aquel no era el hombre al que tanto quería y respetaba? Como la verdad le resultó imposible de asimilar, miró a su compañero como si estuviese loco, como si el que era incapaz de aceptar la realidad fuese él. El viejo hombre-bestía ya le había advertido, su misión era estar con él, guiarle pero su señor nunca dijo nada de dar la vida por él, por lo que cuando Zelgadiss se encaró a la replica, no se molestó en frenarle.
-¡Si es un usurpador, digamelo! ¡Quiero oirlo de tus labios! -Exclamaba suplicante.
-No lo soy. -Le respondió el alto caballero ataviado con tunica de elegante color rojo. -Y me duele que pienses eso de mí. -Añadió entristecido.
Dilgear le miró con desprecio. Cierto que lucía igual que su señor, su buen señor, pero Dilgear no sentía el aura de su señor. Era como si aquel individuo no tuviese aura. Sólo se percibía una fuerte esencia magica. El muchacho, pues aún era joven, en cambio sólo veía lo que sus sentidos humanos le mostraban. Gracias a Dilgear, había logrado amansar a la criatura infernal que se proponía corromperlo pero sus conocimientos magicos seguían siendo bastante limitados, peor, no se encontraba preparado para aceptar su nueva condición, se había obsesionado con la remota posibilidad de que podría regresar a su antigua vida. Debiendo de ser ese el motivo, el muchacho, haciendo un esfuerzo por aclarar sus ideas, lanzó la pregunta que tanto tiempo deseaba plantear al gran sabio de rojas ropas.
-Bien... Entonces, expliqueme porque me ha abandonado con esta horrible forma. ¿Es que ya no me aprecias? -
La voz del muchacho temblaba, a pesar de los esfuerzos que hacía por mantenerla clara y firme. Dilgear observó como el muchacho, a pesar de su aterrador aspecto, se comportaba de modo similar al de un crío vacilante, inseguro, atemorizado ante la figura paterna. El hombre-bestía supusó rapidamente que aquella situación era tan necesaria como desgarradora para el muchacho. Los ojos de Dilgear cambiaron de posición, la curiosidad le invadía, pues la replica se encontraba entre la espada y la pared. Ciertamente, el hechicero jamás habría previsto que las cosas se desencadenarían de ese modo. En realidad, aquella figura debería haberse esfumado pero ya se sabe, la carne es debil pero la voluntad es fuerte. El deseo de seguir vivo era lo que le había conducido hasta aquella situación, por lo que tendría que improvisar pues la vida, a menudo, es pura improvisación. Siendo consciente de que ambos individuos esperaban una respuesta, dió un hondo suspiro y con la mayor calma posible, se dispusó a darla:
-Tán sólo prentendía complacerte, haciendote más fuerte. -
Aquello para el muchacho fue toda una sorpresa pero fue mucho mayor para Dilgear, que no contaba con que la replica pudiese albergar recuerdos.
-Tú deseabas ser un gran caballero. Cada noche te entrenabas a escondidas con la esperanza de fortalecer tu cuerpo pues una armadura es un elemento pesado. -Le explicó.
-¿Có-Cómo sabe eso? Ni Rodimus ni Zolf ni Dilgear, aqui presente, lo sabían. -Quisó saber el muchacho estupefacto. -¿Me espiaba? -
La curiosidad de Dilgear aumentaba. Jamás se hubiese imaginado que su señor obraría de esa manera, de esa manera tán posesiva, tán enfermiza. ¿O quizás sí? Los amarillentos ojos del hombre-bestía y los todavía bonitos, a pesar del leve tono rocijo superpuesto, ojos del muchacho estaban clavados en él. Ambos parecían querer saber más, especialmente el muchacho.
-¿Me espíaba? -Insistió al no obtener una respuesta inmediata.
-¡No! -Exclamó sintiendose herido. -Simplemente, en una de esas largas noches sin conciliar el sueño, dando un paseo por la zona, una serie de sonidos atrajeron mi atención, di unos pasos hacía el lugar pero al escuchar tu voz, me marché. -
Aunque para la replica compartir ciertas cosas no le era difícil, se sentía tán avergonzado como el hechicero. Él ignoraba los motivos por lo que el muchacho no se encontraba en la residencia con la ayudante, los pupilos o los guardaespaldas del hechicero pero viendolo como a un hijo, le dió la respuesta que consideró más favorable para él, basandose en un recuerdo.
-¿Eso significa que no me usó para uno de sus experimentos? -Volvió a preguntar el muchacho iluminandose su expresión.
-¿Para un experimento? ¿Quién te dijo eso? Yo siempre he deseado lo mejor para tí. -Le confesó la replica, que albergaba fuertes sentimientos de amor hacía el confuso muchacho pues el hechicero los tenía. -Y es por eso, que me gustaría pedirte que regreses conmigo. -
El muchacho satisfecho, feliz de que todas sus dudas se hubiesen resuelto con tan buenos resultados, caminó hacía el gran sabio pero a mitad del camino que los distanciaba, Dilgear, con gran agilidad, le frenó el paso. El muchacho disgustado le gritó:
-¡¿Dilgear, qué demonios estás haciendo?! -
-Cumplir con los deseos de Rezo, el aútentico. -Soltó el hombre-bestía con orgullo.
Esas palabras resultaron muy desagrables para la replica, que previendo las intenciones de Dilgear, se vió obligado a atacarle. Dando un pequeño golpe con el plateado bastón, que emitió un inolvidable sonido, el cuerpo de Dilgear se volvió rigido, adoptando un color y una textura identica a la piedra. El muchacho contempló a Dilgear, que en pocos instantes, retomó su forma forma normal y agarrando al muchacho con una de sus fuertes y peludas manos llena de garras, se elevó bramando, con su ronca voz, mucho más que la del muchacho:
-¡Levitación! -
Dilgear se alzó y hasta no llegar a una altura consideraba no paró de ascender, con el muchacho bien cogido. En tierra firme, la replica, frunciendo el ceño, se marchó pues aunque deseaba que el muchacho regresase, no deseaba lastimarle. Dilgear llevó al muchacho a la cueva en la que se habían hospedado desde que el hechicero le ordenó encontrar y ocuparse del muchacho. A pesar de la brisa que acariciaba su frio rostro de piedra, el muchacho no se sentía despejado, deseaba tomar tierra para mantener una merecida disputa con el hombre-bestía pues su comportamiento le resultó extraño y traicionero. Esa sería la última vez que el muchacho se encontraría con su señor.

sábado, febrero 12, 2011

Little Spin-Off Slayers


En sus brazos se sentía mejor, había pasado tanto tiempo desde la última vez que sus cuerpos tomaban contacto el uno con el otro. Las lagrimas caían silenciosamente por sus rosadas mejillas. Quizás era cierto que había algo extraño en los modos de su maestro, quizás aquel viaje le había cambiado o simplemente quizás el hombre-bestía hubiese obtado por abandonar a su señor, cansado de esperar un regreso que no parecía llegar. Ella no quería pensar, pensar demasiado era como adentrarse en un laberinto, ella simplemente deseaba que aquello no fuese una ensoñación.
-Maestro... Rezo. -Susurraba con voz temblorosa a causa de las lagrimas aferrandose a él.
Él, que había sido creado para guardar a aquella persona, aquella residencia y todas las posesiones del hechicero que le dió vida, mantenía sus brazos sobre ella, con una ligera sonrisa. Se sentía incapaz de hacer otra cosa, pues no se sentía aludido al escuchar de la bonita voz de aquella dama el que correspondería a ser su nombre, lo cúal alargó ese abrazo de bienvenida. Por fortuna, la presencia de Rodimus, le pusó un imediato final ya que la dama, se retiró de inmediato. Aunque sus ojos estaban llorosos, sonreía como hacía tiempo que no sonreía. Rodimus, antes de dirigirse a él, realizó una rapida reverencia.
-Me alegra verle de vuelta, Mi señor Rezo. -
Aquello le resultó excesivo. Aquellas personas debían de sentir un gran aprecio por el hombre al que sustituía. Tras recibir afectuosas recibidas de algunas personas más. Se adentró a lo vendría a ser su despacho, una habitación cuyo mobiliario había sido exquisitamente elegido, con grandes estanterias de madera de roble repleto de libros. Antes de emprender las tareas diarias que aquel hechicero solía realizar, sacó con sumo cuidado de la suave y espesa manta rojiza que le había ido sirviendo de abrigo a lo largo del largo viaje, un objeto redondeado, de superficie plana tapado por un paño o una tela de gran tamaño de oscuro color rojo, para colocarlo en buen lugar, lugar en el cúal sólo él pudiese acceder. Encontrado tal lugar y escondido tán valioso objeto, respiró profundamente, concentrando toda su mente en recordar los consejos del hechicero, para así, al reunirse con sus discipulos y principal ayudante, no dar la nota. No esque le atemorizará encontrarse con ellos, simplemente se encontraba un poco nervioso pero en cuanto la mañana fue avanzando, su ligera preocupación se desvaneció. Ninguno de ellos era capaz de identificar criaturas magicas, así que todos tán sólo veían en él a su maestro Rezo. Eran varios, de edades comprendidas que no iban más alla de los treinta. Muy entregados a los trabajos que les pedía y grandes admiradores del hechicero, entre ellos, la que más, la dama que al verle recorre la entrada, corrió a abrazarle, perdiendo en el camino, los extrictos modales aprendidos como sacerdotisa. Ella era la que más le llamaba la atención, ¿el hechicero y ella serían amantes?

lunes, febrero 07, 2011

FanFic Slayers DRAG SLAVE




A lo lejos los aldeanos contemplaban como el bosque se iluminó y a los pocos segundos era consumido por el fuego. A lo lejos dos dos figuras cuyo aspecto no tomó una reconocible forma hasta la mitad del camino, se acercaban. Una de ella era más alta que la otra. Eso si se advirtió con facilidad, todo lo demás, en principio, no.
-¡Naga, serpiente estúpida, estó es culpa tuya! -Gritaba la que sería la muchacha de poca estatura, con cabellos tán rojos como el fuego, grandes ojos almendrados y gran fama de Destructora o Asesina de Dragones.
-¡¿Cómo te atreves a llamar a la gran Naga, estúpida?! ¡Si no hubiese intervenido, aquella cosa nos hubiese deborado! -Le contestaba la otra alzando la voz, sintiendose muy indignada pues se consideraba la mejor. Era gracioso y obceno verla correr pues sus enormes senos se alzaban a cada paso como si se tratasen de dos redondos sacos llenos de agua. Sus cabellos era mucho más largos que los de la muchacha pelirroja y su figura resultaba mucho más voluptuosa. Tras dos oscuros mechones de su cabello se encontraban sus azules y cristalinos ojos. Una dama muy a tener en cuenta pues su caracter y su vestimenta resultaba a todos los aldeanos parecida a la de las brujas, crueles feminas que sólo se dirigian a los pueblos a disturbar a las pobres gentes.
Ambas muchas se indignaron mucho al chocar contra un muro, construido mediante la colocación y unión mediante fuertes cuerdas de varios arboles, los más gruesos, cuyo proposito era el de proteger a la aldea. La pelirroja, que logró cesar su agitada caminata, observaba como la otra se apartaba del muro de madera frotandose la nariz con los ojos brillantes debido a lo que aquel muro significaba.
-¡No nos permitis refugiarnos en vuestro pueblucho! -Exclamó la hermosa y atolondrada hechicera. -¡Lo lamentareís! -
Lina, que mantenía una pícara sonrisa en su rostro al ver que su amiga había chocado contra el muro, pronto cambió de expresión. La hechicera de oscuros cabellos tras amenazar con su acostumbrado arrogante tono retrocedió unos pasos y extendiendo sus brazos con ambas manos adelante, empezó a pronunciar una serie de palabras que la otra hechicera pronto reconoció.
-¡Naga, ni se te ocurra utilizar el... ! -Trató de advertirla pero siendo ya demasiado tarde pues de las manos de la alta hechicera surgió lo que al principio era como una bola incandescente, más roja que el fuego, que en poco tiempo, creció incontroladamente, con una fuerza que hizo retroceder violentamente a la hechicera varios pasos atrás. La gigantesca bola penetró con increible facilidad el muro pero no sólo logró penetrarlo. Todo fue destruido ante los atonitos ojos de la hechicera, que incapaz de admitir que se había precipitado al lanzarlo, simplemente dijo:
-Creo que deberíamos irnos. -
La otra muchacha le siguió mirandola con odio.