martes, diciembre 02, 2014

FanFic (ONESHOT) FFVI Little Dancer

NOTA DEL AUTOR (O AUTORA XD):Ningún personaje perteneciente a la saga FF me pertenece, son creación exclusiva de Square-Enix (Squaresoft) y sus respectivos colaboradores
Historia narrada en tercera persona
De entre todas las pequeñas ideas que me vienen y van, al final voy a elegir una que creo podrá dejar a los fans con buen sabor de boca, a pesar de lo emotiva que pueda salir… A veces tengo la sensación de que la historias se cuentan ellas solas XDU Sería como un recuerdo un tanto difuso que Kefka conserva de su madre. Me gusta pensar que tuvo una madre afectuosa, a pesar de la incomprensión que presenta tener un hijo como Kefka n_un
Sutil KefuTina


Fanfic Final Fantasy VI
La pequeña bailarina

Antes de que pudiese abrir los ojos, ya intuía que una pequeña figura se acercaba a su espaciosa cama, por lo que sin abrir los ojos la esperó en silencio, fingiendo seguir preso de un sueño profundo. A pesar del inmenso respeto que le causaba ese lugar, en el cuál nunca era del todo bien recibida viéndose en más de una valiente ocasión obligada a adentrarse en él como un delincuente, la pequeña de áureos rizos radiantes a la menor incidencia del sol y nívea piel aquella mañana plenamente entregada a su misión no había dudado en hacer acto de presencia, siendo de este modo la primera persona en desearle un muy feliz día.

-¡Feliz cumpleaños! -Exclamó posicionada a pocos metros de la cama, mostrando una emoción a la que el joven general no encontraba sentido pero era incapaz de resistirse a contemplar en su pequeña protegida. ¿Cómo era posible que esa tontería provocase tal brillo en sus ojos? La clase de emoción que la impulsaba a cometer acciones intolerables, fuera de todo acuerdo impuesto. -¡Qué tengas un feliz día, Kefka! -Agregó después de atravesar a gatas la ancha distancia entre ellos encima de su cama, abrazada a él.

Haciendo un esfuerzo por apartarla de su lado cuidadosamente, dedicándole una mirada de fastidio respondió:
-Gracias… Supongo, pero hubiese resultado más agradable sin esta muestra excesiva de emoción por tu parte. -Terra, la preciosa niña se encogió risueña arrugando la frente, pero no sentía gran culpabilidad en mostrarle su cariño. -Ahora, sal de aquí para que me vista y podamos proseguir con este maldito día. -

La pequeña rubia notó perfectamente la hostilidad con la que algunas palabras brotaron de su labios cuyo tono natural era un tanto morado, parecido al de una persona que hubiese experimentado muy bajas temperaturas. Con expresión pensativa, Terra abrió de nuevo la boca pero esa vez su tono de voz fue más soportable mientras le miraba. Sus brazos estaban cruzados y una ceja permanecía suspendida por encima de uno de sus ojos entornados.

-¿Maldito? ¿Es qué no te gusta los cumpleaños? -Fue la directa pregunta que ella formuló, en eso era toda una maestra, en alguna que otra ocasión ese tipo de preguntas desarmaban al insensible general, cuya respuesta fue mucho más contundente:
-No. -Y adelantándose a ella, agregó con el único objetivo de dar fin a algo que ella parecía querer alargar. -Ni siquiera el mío propio. De todos modos es una estupidez conceder tanta importancia a un día, la gente nace y muere y ya está. -

La niña calló sintiendo que cualquier intento por defender su visión claramente positiva de la festividad personal de cada uno sólo serviría para que ambos terminasen discutiendo a pleno pulmón. Prefiriendo centrar su mente en algo menos entristecedor que las palabras de su mentor, agitando su cabeza llena de largos rizos dorados, retomó su gran sonrisa y salió de la gran cama con estas palabras a modo de breve despedida:
-Lo que tú digas pero te aconsejo que te prepares porque, ¡aún hay más por mí parte! -

Kefka la vio salir escopeteada de su lujoso dormitorio. Resoplando el soldado rubio se mentalizaba para vete tú a saber qué habría podido preparar la pequeña hibrido para él. Probablemente no se ilusionaría tanto como ella pero empezaba a picarle la curiosidad, algo que no podía corregir ni quería que fuese corregido ya que esa curiosidad que tendía a sentir le había llevado muy lejos, desde que había sido capaz de recordar con coherencia, siempre acompañada de la urgencia de descubrir aquello que la ocasionaba…

xoxoxox

Ella también era un poquito así o al menos era lo que a él le gustaba pensar en las limitadas ocasiones que su recuerdo se reavivaba eclipsando otros pensamientos pero que confiriese tanta importancia a un acontecimiento que nadie valoraba como su nacimiento sólo le provocaba gran irritación, casi la misma que le causaba tanto empeño en la pequeña Branford. Según los expertos en el complejo campo que abordaba la mente humana era una reacción muy propia de una persona incapaz de experimentar sentimientos o emociones. Él mismo había reconocido que prefería ser odiado o ser amado ya que ser amado implicaba corresponder a esa persona pero ella a diferencia de la pequeña Branford comprendía lo suficientemente bien a su hijo para amarlo sin agobiarlo. A veces había que recordar que los niños normales también precisaban de amor; darlo y recibirlo.

El comienzo de ese lejano día fue bastante previsible.

Ella se encargaría de despertarlo mandando al ruidoso de su hermanastro, que dada su edad no era de extrañar tanta energía concentrada en tan pequeño cuerpo, a menudo adornado por varios moratones gracias a su incesante torpeza bajo sus ropas.

-¡Hora de despertarse! -Gritaba correteando por la habitación hasta que “su hermano mayor” le ordenaba callarse incorporándose rápidamente. Con pocos instantes de silencio, le volvía el habla. -¡Madre dice que te vistas y bajes de inmediato! ¡Ha preparado tortitas para desayunar! -

Información innecesaria ya que si se concentraba lo suficiente podía deleitarse con el dulzón olor de las tortas friéndose en la sartén, animando a su estomago a emitir un gruñido mientras su lengua se paseaba por sus labios rosados. Aseándose y vistiéndose todo lo deprisa que podía aún sospechando de lo que la realización de tan apetitoso manjar podía significar bajó dispuesto a aguantar lo que fuese, oyendo tras de sí el acelerado descenso del pequeño de cabellos muy rizados, tanto como los de su padre, el pescadero. La aversión que había entre él y ese hombre era tanta que ni siquiera se molestaba en dirigirse a él por su nombre, tampoco nunca lo consideró un padre, era un extraño que había embaucado a su madre.

El beso suave y cálido de ella bastó para recibirlo en la cocina, de medidas austeras como todo lo que le rodeaba. La marca roja que quedaba al separarlos de su piel hacía que emergiese una breve sonrisa de satisfacción. Siempre le satisfacía las muestras de afecto incondicional que ella le dedicaba, sobretodo cuando el pescadero estaba observando sentado en su rincón de la robusta mesa de madera cubierta por manteles tejidos a mano, cedidos en la dote.

-¡Ya iba siendo hora! Date prisa y comete todas las tortitas, en el salón te espera alguien muy especial. -Le picaba como sólo ella sabía hacerlo, agregando un guiño que no hacía otra cosa que confirmar sus sospechas pero era como un juego, sólo entre ellos, y a él le encantaba. 

Tomando sus armas; cuchillo y tenedor, el pequeño Kefka asentía con un brillo en los ojos que denotaban la intensidad de su curiosidad sobre el pálido fondo azul que eran sus iris, previo paso al engulle del pan frito adornado por finas capas de caramelo, siempre observado absorto por su hermanastro, sentado frente a él en otra silla, meramente distraído por la caída de algún rizo inoportuno castaño.

En efecto, sentada en un sillón cubierto por tela de aburrido color reposaba una bella criatura. Igual de grande y delicada que el pequeño Tomaso pero más silenciosa, con una eterna sonrisa que acompañaba a unos ojos grandes pero lánguidos como si la pequeña señorita estuviese a punto de quedarse dormida o en mitad de su espera se hubiese perdido en sus propios pensamientos allí se hallaba La pequeña bailarina que había conquistado al chico de cabellos dorados y piel casi tan pálida como la suya. Tal y como él la había visto tras el escaparate, bajo doradas letras, de la única tienda juguetes en toda la ciudad de Albrook, vestida por primorosas telas rojizas con gasas rosadas cosidas recreando la falda de un tutú a juego con los finos lazos rosas que mantenían a raya sus incesantes rizos color pajizo. Ante la expectante mirada de ella, la tomó con un cuidado inimaginable en un chico con la fama que él tenía para abrazarla. Incluso sí era consciente de los atentos ojos fijos en él, no la soltó hasta que la exclamación de su madre y el pequeño Tomaso le sobresaltaron:

-¡Feliz cumpleaños! -

-Sabía que había trampa. -Fue su respuesta, huraña para cualquiera que no le conociese tan bien como ella, sin embargo su sonrisa, de oreja a oreja, no dejaba dudas de que había triunfado.

-Ahora sí podremos celebrar este día como cualquier otro chico. -Añadió estrechándolo contra su pecho, pasando sus dedos por su cabello ligeramente ondulado y luminoso como el sol. -Porque aunque tú le veas sin sentido u odioso, siempre habrá alguien que lo haga, no le quites esa ilusión, muñeco mío. -

-Me conformaré con recibir un regalo así de bonito… -Replicó, cediendo terreno. Sólo para ella porque, ¿quién si no ella lo haría? La oyó reír suavemente antes de ser liberado.

Kefka sintió que sus excusas para no celebrarlo habían perdido peso aunque siguiese pensando lo mismo al respecto. Si la gente quería hacerlo por el tendría que encogerse de hombros y aceptarlo, a regañadientes, pero aceptarlo. Escuchar canciones estúpidas y todo lo demás…

xoxoxox

La primera sorpresa no resultó demasiado exagerada, el joven general sospechaba que con un poco de ayuda Terra había conseguido tostar los granos molidos del café que solía tomar rebajado en leche pero las siguientes sí. Ciertamente ignoraba como se las había apañado para reunir a todas sus muñecas y muñecos en el salón cuáles invitados humanos dispersados en el sofá y los dos sillones de respaldo alto de modo que al entrar, pareciese que todos ellos le estuviesen mirando con la misma alegría que ella, sin olvidar la colocación de algunos globos de colores tan llamativos como los de sus propias ropas. Después de una agotadora mañana, regresar al hogar y verse inmenso en semejante espectáculo era lo último que necesitaba mas reconocía que la audacia e imaginación de la niña le había causado cierta sorpresa. Respiró hondo contando hacía diez como le aconsejaban a fin de no explotar creando un ardiente desastre como un volcán humano a medida que se adentraba en su busca. Estaba cansado y molesto como no era excepción en él después de tratar con tanto idiota en el castillo imperial.

-¡¿Qué demonios has hecho?! -Gritó agarrándola por los brazos, no consiguió contenerse lo suficiente. Ella conteniendo el aliento para luego recuperarlo mientras cerraba sus ojos azul verdoso lista para enfrentarse a él, sencillamente replicó:
-¿No lo ves? Es una fiesta de cumpleaños porque hoy es tu cumpleaños. -

Que le hablase así no ayudó mucho a calmarlo, le parecía muy condescendiente para venir de una cría pero respirando nuevamente habló fijando sus ojos azules en los de ella:
-Hee hee… Está bien, es una fiesta ¿no? Mi fiesta de cumpleaños… Veo que has trabajado mucho en todo esto, te concedo una hora, en cuanto el reloj marqué esto, ¡Lo quiero todo como estaba antes! -Le hizo saber mostrándole el tiempo exacto que correspondería a una hora en su reloj de mano, un objeto de bellos grabados sobre la tapa con una pequeña imagen al lado de la clara esfera que a la niña siempre fascinaba.

Terra asintió varias veces pues cuando Kefka se enfadaba no había modo de dialogar con él, además pocos lo intentaban y dentro de esos pocos insensatos pocos salían ilesos. El calor que emanaba de toda su piel a través de los variados tejidos incluso, fue descendiendo y la niña rubia pudo relajarse y moverse.

-Tic-tac brujita mía tic-tac. -Añadió cerrando el reloj para guardarlo de nuevo en uno de los pocos bolsillos que su larga chaqueta poseía. Mirándolo con extrañeza antes de traer un pequeño pastel sobre un pequeño plato de encantador diseño no pudo contener la pregunta en su boca:

-¿No recuerdas lo que te dije esta mañana, antes del café? -

Kefka pareció cerrar los ojos para rememorar pero a medida que los volvía a abrir negó tajante con la cabeza.

Sentándose en el sofá colocando a una de sus pequeñas amigas de frágiles materiales esperó a que la niña le agasajase. Pensándolo con frialdad, degustando el pastel de pequeño tamaño pero gran dedicación en su proceso el joven general sólo sabía que había sido otro maldito día más en la lista de días vividos, más o menos agradable hasta que alguien había sacado a la luz brevemente el detalle de ser justamente el día que nació pasado mucho tiempo lo que lo convirtió en un día el doble de insoportable. Divagando, perdiéndose en sus propios pensamientos no oyó a la niña reclamar su atención, sólo ante el contacto de sus dedos sobre una de sus rodillas toda esa maraña se desvaneció y sus ojos claros recayeron en ella que con una sonrisa capaz de derretir el corazón a cualquiera, tan sólo para él, como haciendo borrón y cuenta nueva exclamó:
-Pues de nuevo te digo ¡Feliz cumpleaños! -

Seguido de un fuerte abrazo y un sonoro beso sobre su blanco rostro a causa de los polvos y el maquillaje en general. En cuanto terminó de comer el dulce, haciéndole entrega del platito con apenas migajas y la cuchara, abrió su regalo. Sólo aquel que ella le hizo saber emocionada que era de su parte. Terra contempló a su mentor en silencio, sintiendo una inseguridad y un temor al fracaso grandes y pesados como rocas sobre su espalda Deshaciéndose el envoltorio con gracia y rapidez Kefka quedó largo tiempo anonadado ante la mirada de la pequeña figura de trapo que sostenían sus manos enguantadas.

-¿Te gusta? -Terra preguntó con voz temblorosa, cercana al llanto. -La he hecho yo y es una bailarina pero no es muy bonita… -

-Todas sois iguales, ¿eh? os gusta verme caer en la trampa. -Fue su única y enigmática respuesta pero la carcajada que les envolvió denotó que había dado en el clavo. Tanto que resultaba doloroso.

Con un gesto le indicó que se acercase y ella aunque confusa, obedeció fielmente. Aquello fue extraño, muy extraño, incluso impropio en él, en su manera de ser o actuar pero qué demonios, el resto del tiempo que quedase de aquella fiesta quería pasarlo así, mostrándole algo de gratitud. No amor, por el momento, gratitud pues de alguna manera le había hecho recordar a la única mujer que había apreciado tanto como se apreciaba a sí mismo.


MARY