miércoles, febrero 10, 2010

Piro


En fin, aquí cada uno por su cuenta podía ser peligroso pero era mucho más peligroso verlos en acción a todos juntos. Se estaba convertiendo en un grupo numeroso, ahora los rajados y sobretodo los traidor, adios muy buenas, muertos. No tenían una ideoligia fija, ahí cada uno creía o no creía en lo que le diese la gana. Stephen se sentía realmente integrado, era de los más fuertes, de los mandamás y uno de los más problematicos, para bien y para mal. Stephen jamás se había sentido tan bien en toda su maldita vida. Sabía que algún día le esperaba la pena de muerte pero le daba igual. Tocaba su piano, armaba bulla y disfrutaba con sus amigos. El siempre fue uno de los más fieles, junto a W. M confiaba en él y él en M desde mucho antes de que el grupo se formase. Eran dos crios atolondrados, sin mucho futuro. Fue obvio que acabaran encontrandose pero todo el mundo pensaba que se matarían al primer instante juntos. M estaba diagnosticado como psicopata, Stephen, bueno bastante tenía con tener una madre... Como la que tenía. Tramaron gran amistad, se hicieron complices el uno del otro. De todas maneras, les vino bien esa unión, ambos vivian en un barrio muy chungo. Stephen era tan pelirrojo, parecía que en vez de pelo tuviese fuego en la cabeza, a M eso le encantaba. A Stephen siempre le impresionaba la manera de ser de M, todo un loco, pero con cabeza. Tener que ir a distintas academias fue muy difícil, sin poder verse y luego metidos en una guerra en la que no querían luchar. Para cuando volvieron a encontrarse, casi se matan. Fue en una iglesia, no tenían otro lugar a donde ir aquella noche. Curiosearon, robaron y hablaron largo y tendido. Stephen se sentía tan feliz...
-¿Quieres ver lo que soy capaz de hacer? Todos me tratan como si fuese un idiota pero este idiota sabe hacer algo que ellos no saben.
-¿En serio? Sorprendeme.
M siempre ha sido una persona difícil de impresionar pero sí, sí le sorprendió que las velas que habían por toda la iglesia se encediesen. Fue gracias a Stephen, Stephen, sonreía mientras M le aplaudía. Pero no lograba apagarlas. Ahí vinó lo tragico y divertido. La iglesia acabó quemandose todita entera, ellos lograron salir de allí y no volvieron. Pobre Padre, ese ahora esta con Dios.
-Eres alucinante, jamás me lo había pasado tan bien. -Le dijo M recobrando el aliento, muy lejos de allí. Para Stephen esa diablura fue especial, pues ya no estaría solo. Stephen fue apodado por M, G y se convirtió en el segundo al mando.

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