martes, septiembre 13, 2011

Slayers ROJO RELATIVO




Este es el dibujo más reciente que he hecho ^^ Espero que os guste porque me esforce muchísimo y lo hice todo con rotulador negro ^^ Rezo, el Monje Rojo, tal y como aparece en el manga X3


NOTA DEL AUTOR (O AUTORA XD):
Erik y Christine son personajes originales de Waterlillysquiggles y Miss Whoa Back Off.
Ferrissian DiCallium es personaje original de QP/Diana.
Los demás que puedan ir surgiendo son mios ^^
Esta historia es narrada en primera persona. A veces según Zelgadiss, otras según Rezo y otras según otro personaje, de los importantes. A veces hay dos perspectivas que se entrelazan.
Yo me voy basando, principalmente, en el anime y el manga pero algunos hechos son deducciones propias o me han ido viniendo inspirada por otros FanFics, de autores y fans de enorme talento.
A veces, puede que cuele alguna historecilla en plan fabula... Pero no siempre. Lo notareis porque esas si iran en tercera persona.

FanFic Slayers
Rojo Relativo - Los pecados del padre para el hijo

-¡Es hora de despertarse! -
Me informaría una aguda voz cerca, demasiado cerca de mis oidos, tán sorprendido como molesto, lo único que podría hacer sería ponerme boca arriba llevandome las manos a las orejas. De ese modo, mi chillona informadora caería dando un sonoro golpe contra el suelo. ¡Maldición! mascullaría dolorida tratando de ponerse en pie. Incorporandome, consciente de su presencia pero sin ser capaz de encontrarla entre la inmensa oscuridad que me rodeaba, a pesar de que el sol ya brillaba con fuerza a esas alturas de la mañana, preguntaría inseguro:
-¿Isabella? -
¿A quién más conocía que pudiese mostrar el atrevimiento de entrar en mi habitación para despertarme de ese modo? Por el momento y muy a mi pesar, ella era la única persona que se había empeñado en acompañarme. Antes de chocar con ella, iba solo, como bien podía. La voz con la que me contestó me confirmaba que se había enojado.
-¡Si, maestro Rezo, soy yo! ¿Quién demonios esperaba que fuese? -
-¿Y puedo saber a qué has venido? -Le pregunté, sin comprender sus buenos motivos. -Estaba durmiendo. -
-¿¡No es obvio!? -Contestó todavía disgustada. -Cumplía con mi deber como ayudante. -Añadió tratando de adoptar una imagen más apropiada.
Me dejó aún más confuso. Rascandome la cabeza dije:
-Pues esto parece más propio de una sirvienta. -
Mis palabras debieron de ofenderle mucho pues antes de salir de mi habitación, gritó:
-¡Y Yo que me había tomado la molestia de levantarme antes! ¡Pues Ud mismo! -
Sus pasos se alejaron y todo lo último que escuché fue un brusco y furioso portazo. Con las manos reposadas sobre el regazo, me dije a mí mismo que ya que estaba despierto debería salir de la cama, vestirme y marchar a la busqueda de algún medico o sabio que me examinase y me pudiese liberar de la oscuridad en la que llevaba moviendome desde que tenía uso de razón. Encontraría a Isabella sentada en el amplio comedor del hostal, si me vió entrar, sé que fingió no verme pues ninguna vocecilla femenina me indicó que tomase un asiento a su lado. Estaría esperando su desayuno con los morros torcidos. Me quedé sentado en una de las primeras mesas que pude identificar con mis dedos y esperé a que abriese la boca. Habíamos llegado juntos y juntos saldriamos del hostal.
-Veo que has optado por salir de la cama. ¡Me alegro! -Diría poniendo voz de indiferencia hacía mí mientras me sentaba a su lado.
-Oye... Sé que esta mañana he podido ofenderte pero ¿podrías perdonarme y dejar lo sucedido a un lado? -Le pedí tomando sus manos entre las mias. -A lo mejor es cierto que estabas cumpliendo correctamente con tu deber y yo ni lo sabía. -
Ella, que acababa de echarse a la boca un trozo de pan requemado a la boca, no debió de saber como actuar ante mi caballeroso modo de disculparme, apartando las manos, tragandose ese trozo reseco a toda prisa, trataría de exclamar:
-¡¿Pero qué dices?! -
Pero casi se me ahoga. Tuve que ayudarla a expulsarlo lo antes posible. Con su cabeza alzada sobre mi pecho, recobrando un poco de normalidad, trás una tos más serenada, murmuraría:
-En realidad, no debí despertarle tán a lo bruto, la que debería pedir disculpas debería ser yo... -
-Bueno, eso ahora da igual... -Le haría saber pasandole una mano cariñosamente por su frente, retirando algunos largos cabellos de sus ojos. -Hagamos como si no hubiese sucedido. -
Y eso hicimos. Tomamos una espesa leche en toscos tazones de ceramica y abandonamos el hostal. Nuestro equipaje no solía ser problema pues apenas llevabamos cosas más allá de las necesarias. Claro que Isabella cambió con mucho gusto sus sucias y descosidas ropas por otras un poco más limpias y de mejor calidad. Ningún ayudante o aprendiz mio irá a mí lado llevando arrapos le dije a Isabella. Isabella aceptó mi mandato con sumo gusto. No sé de que color pueden ser pero Isabella al verlas e ir poniendoselas me comentaría que eran unas tonalidades de uno de sus colores favoritos. Isabella, dueña y ama del único mapa que poseiamos, por el sencillo motivo de que podía verlo y leer las diversas direcciones, me indicaba euforica lo mucho o poco que nos quedaba para llegar hasta las ciudades de mayor importancia por los diferentes reinos que atravesabamos. Los pueblos o villas según ella no tenían que presentar gran importancia para mí pero yo le reprendia porque ella no era la única alma candida que podía necesitar ayuda.
-Además de vez en cuando conviene descansar un poco. -Le recomendaba pues yo a veces no lograba seguir sus vitales y ligeros pasos juveniles. Había momentos que parecía ser incapaz de detener sus pasos para, por lo menos, contemplar los bellos paísajes que seguro iríamos recorriendo. Por fortuna y porque se suponía que era yo el jefe, la energica Isabella se veía obligada a enlentecer el ritmo.
En uno de esos pueblecitos según Isabella "de paso" tendría un desagradable encuentro. Dando una vuelta por la plaza en la cúal se solían reunir como en todas las demás poblaciones los comerciantes para exponer sus más jugosas mercancias a esos pueblerinos mientras Isabella no sabía donde posar sus embelesados ojos ante tantas maravillas, traidas de todos los lugares, yo me concentraba más en mis cosas o en lo costoso que podía ser viajar con una jovencita hasta que una voz captó toda mi atención.
-¿Qué pasa? -Preguntaría Isabella al intentar dar un nuevo paso sin exito porque la persona a la que iba agarrada, yo, se había parado.
-Ssst. -Fue todo lo que obtuvo como respuesta por mí parte.
Mi misteriosa actitud no le agradaría pero al observar mi rostro y verme tán concentrado, no insistiría en recibir una respuesta más adecuada a su pregunta. Necesita su silencio para conseguir distinguir aquella voz que me había sobrecogido entre todas las demás voces que nos rodeaban, unas más cercanas que otras pero todas en continuo movimiento. Pasado un rato sin haber conseguido nada, decepcionado, estaba a punto de anunciar a Isabella que prosiguieramos con el paseo porque aquella preocupante voz se había desvanecido, la voz volvió a sonar entre todas las demás. Afiné el oido al maximo y caí en la cuenta de por qué me extremecía aquella voz. Aquella voz, a pesar de los años, habiendo ganado bronquera, seguía siendo la voz de aquel que siendo yo un chiquillo se deshiciese de mí, la una vez amada y ahora temida voz de mí padre.
Es verdad eso de que la vida te somete a duras pruebas, claro que eso no sería nada en comparación con las muchas otras que irían viniendo. Respirando hondo, daría el primero de los muchos pasos que daría de nuevo. Era la voz de mi padre pero no por ello iba a quedarme ahí como un chiquillo asustadizo que espera su castigo tembloroso. Si la fortuna no me daba la espalda él ni siquiera repararía en mí. Así fue, saliendo de la plaza, un robusto hombre portador de una gastada armadura chocaría con nosotros, mascullando un vago abran paso. Yo no quise decir nada, no quería confirmar que mi identificación fuese cierta pero Isabella, con esa valentía insconciente propia de su edad, girando la cabeza hacía la dirección por la que iba, exigiría una disculpa.
-¡Qué tipo más desagradable! ¡Disculpese como es debido! -
Los gritos de Isabella le harían pararse y retomar sus pasos para ponerse frente a nosotros.
-¡Por favor, Isabella, ya basta! -Le suplicaría parar imaginando a mi arrogante padre frente a nosotros colocando sus manos cerradas sobre sus caderas.
-¡Pero es que es verdad! -Seguiría ella, erre que erre.
Lo que me diría a continuación, con la chulería propia de un guardia fuerte, sano y seguro de sí mismo, me haría hervir la sangre. No sé cómo pude contener la rabia que me entró.
-Eres un sacerdote o algo así, ¿me equivoco? Lleva a la cria al primer hospicio que veas y dejad de armar escandalo. -
Sin embargo, me hizo sentir gran alivio el hecho de que no me reconociese. Qué cumulo de emociones me abordaron. Manteniendo la rigurosa calma que un buen sacerdote ha de poseer, le prometí que no volvería a pasar, cogiendo la mano de la enfadadísima Isabella, que se había soltado de mi brazo llevada por el enfado. Durante la comida, le explicaría no sólo por qué debía ser más prudente sino que aquel fortote y maduro guardia era mi padre.
-¡¿QUÉ?! -Vociferaría sin poder dar credito a lo que escuchaba. Muchos comensales giraron sus cabezas hacía nuestra mesa. Unos molestos por su chillido y otros, sencillamente, curiosos.
-No hace falta que grites, controlate un poco, Isabella. -Le solicité avergonzado.
-Esque no me entra en la cabeza que ese tipo sea tu padre. -Dijo moderando el tono de su voz. -¿No sabe nada de todo el bien que haces? -
-Lo dudo. Ya has visto como me ha tratado... Pero mejor así. -Contesté apesadumbrado. Como aquella situación me había hecho perder el apetito, le cedí los restos de mi plato a Isabella, que los engulló sin tardanza. Abandonamos aquel pueblo al poco de reposar la comida. Isabella lo señalaría en el mapa para tener en cuenta que si volviamos, podriamos encontrarnos con gente horrible. Para no tener ni idea de lo que un ayudante ha de hacer, se esforzaba muchísimo. Al llegar a la ciudad de Telmoord, nuestra primera preocupación fue encontrar un hostal decente para dormir pues llegamos cansados y anochecido. Isabella me describía cúan hermosa era la ciudad iluminada por las lamparas de aceite que varios locales habían acoplado al lado de los letreros de grandes y cuidadas letras o representativos dibujos. Yo, la escuchaba sin prestar sUficiente atención. Lo que más quería en ese momento era tumbarme y olvidar que había tenido aquel furtuito y doloros encuentro con mi padre, guardia o soldado que hacía tiempo había sido trasladado a Telmoord desde el último lugar en el que sirvió. Isabella, viendo que aún sufría por lo sucedido, me ofrecería un interesante regalo. Entrelazando sus dedos con sus dos manos unidas, como si fuese a orar, cerrando los ojos, recitaría cuidadosemente un hechizo. Uno de los pocos que logró aprender de memoria al escuchar a su hermano mayor, el hechicero, leerlo de uno de sus libros de magía. Acostado sin poder calmar mis sentimientos encontrados, sin darme cuenta caería preso de un dulce sueño. Un sueño artificial pero que me vino bastante bien. Qué gracioso descubrirlo de ese modo... Isabella se tomaba muchas libertades conmigo, a lo mejor porque me valoraba más como padre que como maestro. Algo que debía corregir.


PD Esta historia es contada por Rezo así que la he puesto en color rojo. Las historias o partes de la historia que sean contadas por parte de Zelgadiss u otro personaje van en blanco ^^