El terror habla.
Mientras canto sangra mi vestigio humano y... la ley canta su temible sentencia: acabaremos como alimento de las rosas. Quien llore de tristeza sobre las espinas acallará con ternura nuestro sollozo permanente.
-Con ternura, regálame tus lágrimas- Respondo.
Y... la verdad expresa en su más barroca melodía que me ha olvidado. En cólera me acusa y me hace sentir culpable. Como si sus manos no estuvieran manchadas de sangre.
-Me ha abandonado.
Y... el recuerdo viene y se desvanece, me engaña con esperanzas y alegrías parpadeantes, ¿tan pronto desaparece.
-La sonrisa medio dibujada apuñala de dolor el otro lado coherente de mis labios.
Y... la mentira danza con fulgor demoníaco alrededor de mi corazón encadenado. ¡Denle rienda libre a mis latidos! Porque ya no soporto contener los sentimientos.
-Quiero llorar.
Y... la ilusión se somete a la abatida del silencio celestial; el infernal le susurra: Te deseo. Los sueños en su celda oscura suplican: Haz correr nuestra sangre para siempre.
-No necesito cerrar los ojos para soñar.
Y... la piel llama en desesperante agonía la ternura no concebida. Se lastima en confusión de locura deseante. La caricia inexistente desgarra la esperanza táctil.
-No hay labios para mis labios- Pienso.
Y... el aliento se ondea en despedida etérea en el horizonte perdido. Se esfuma... se apaga...
-Adiós.
Y... yo duermo. Sin vivir completamente camino en la tierra conquistada por la desolación. Esperando pasar el portal maldito hacia la felicidad.
-No tengo la llave- Susurro mientras crezco.
Fotografía: Ellen Von Unwerth
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