martes, octubre 14, 2008

Cuándo

Te sientas en soledad y escapas. Piensas y divagas, pero las ideas escapan. Se deslizan por el horizonte de las ocurrencias moribundas, hacen un crepúsculo a lo lejos y luego, ¡plop!, se esfuman. Te dices que has pasado mucho tiempo en la oscuridad; pero algo ya se te ocurrirá... pronto… más te vale. Pasan los minutos como si vieras correr un reloj de arena. Así sientes que un segundo fuera infinito. Se despliegan galerías de fábulas, cuentos, relatos, ensayos. No sabes qué contar, si quieres enseñar, entretener o hacer pensar.

Y una ola de pequeñísimos escalofríos te recorre todo el cuerpo. Un vacío conquista tu estómago y no haces más que caer en desespero. Caminas de un lado a otro, te entierras las uñas en tu cerebro, te exprimes la sangre del corazón; pero tu mano sigue sin reaccionar. Recuerdas todos los textos leídos, todos los amados y los odiados. Se te ocurren todas las historias ya contadas, las frases ya escritas, los versos ya cantados, las ideas hartas de ser explotadas. Presionas tu cabeza una y otra vez contra el papel para ver si alguna idea sale en fuga.

Te entierras la pluma en tu mano inerte esperando una inspiración furtiva. ¡Auch! El dolor ya no te hace regurgitar palabras barrocas, la tristeza se ha desvanecido, estás libre y sin neblina en tu cabeza. La melancolía es tenue, casi invisible, ya no te susurra párrafos sangrientos. ¿A dónde se fue tu insomnio? ¿Cómo puedes escribir con el corazón vacío?

Te rindes y desplomas sobre la frialdad desconocida de un colchón. ¿Qué me pasa?, te preguntas. No eres el mismo y no sabes por qué. Ya las líneas no se escurren de tus tinteros intelectuales. No se te ocurre una oración decente. Ya no te enamoras de tus poemas.

Inmortalizas frases simples de fórmula, sin trascendencia. No sólo no sabes sobre qué escribir sino que tampoco sabes cómo. Tu desesperación se exacerba y pasa a decepción. Te sientas en tu viejo escritorio con la mente en blanco. Sientes lástima por ti mismo. ¿En qué momento te perdiste?

Demonios… estoy hablando de mí en segunda persona otra vez.

Fotografía: Candace Meyer

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