Era tarde, las palabras le resultaban tán vacias, con tán poco sentido. Estaba allí porque sentía que debía estar allí sin embargo era inútil hablar con él, convencerle o al menos tratar de animarle a formar parte. Él parecía carecer de todo aquello que caracteriza a los humanos. La expresión que tenía en aquel momento, lo delataba, parecía tán cansado. Cansado de buscar soluciones, cansado de lidear en la soledad contra la culpa, cansado de no encontrar su lugar, cansado de todo y allí estaba, tán presente a la vez que ausente, siendo juez una vez más. Quizás trás tantos años se lo había ganado y puesto que eso le hacía sentirse, más o menos, aceptado, si su señor lo llamaba, acudiría y juzgaría. Ante la problematica, ante la disxuntiva, deseaba más que nunca, volver al Midnight Cabaret pues allí podría despejar su mente. Fuera penas, fuera miedos, fuera responsabilidades. Allí no sería más que otro buen cliente con ganas de fiesta. La depravación consentida tiene un hermoso rostro. Pero allí estaba y todo el mundo espera su veredicto. Ser tán tenido en cuenta trae lo que trae. No dijó palabra, simplemente señaló un lugar en el mapa y se marchó. Todos se miraron fascinados. Sí eran inteligentes, seguro que entendería aquel gesto. Caminando hacía las afueras, antes de partir, pensó que ese jamás sería su lugar, pero era agradable que trás tanto tiempo, volviese a ser requerido allí.
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