sábado, febrero 12, 2011

Little Spin-Off Slayers


En sus brazos se sentía mejor, había pasado tanto tiempo desde la última vez que sus cuerpos tomaban contacto el uno con el otro. Las lagrimas caían silenciosamente por sus rosadas mejillas. Quizás era cierto que había algo extraño en los modos de su maestro, quizás aquel viaje le había cambiado o simplemente quizás el hombre-bestía hubiese obtado por abandonar a su señor, cansado de esperar un regreso que no parecía llegar. Ella no quería pensar, pensar demasiado era como adentrarse en un laberinto, ella simplemente deseaba que aquello no fuese una ensoñación.
-Maestro... Rezo. -Susurraba con voz temblorosa a causa de las lagrimas aferrandose a él.
Él, que había sido creado para guardar a aquella persona, aquella residencia y todas las posesiones del hechicero que le dió vida, mantenía sus brazos sobre ella, con una ligera sonrisa. Se sentía incapaz de hacer otra cosa, pues no se sentía aludido al escuchar de la bonita voz de aquella dama el que correspondería a ser su nombre, lo cúal alargó ese abrazo de bienvenida. Por fortuna, la presencia de Rodimus, le pusó un imediato final ya que la dama, se retiró de inmediato. Aunque sus ojos estaban llorosos, sonreía como hacía tiempo que no sonreía. Rodimus, antes de dirigirse a él, realizó una rapida reverencia.
-Me alegra verle de vuelta, Mi señor Rezo. -
Aquello le resultó excesivo. Aquellas personas debían de sentir un gran aprecio por el hombre al que sustituía. Tras recibir afectuosas recibidas de algunas personas más. Se adentró a lo vendría a ser su despacho, una habitación cuyo mobiliario había sido exquisitamente elegido, con grandes estanterias de madera de roble repleto de libros. Antes de emprender las tareas diarias que aquel hechicero solía realizar, sacó con sumo cuidado de la suave y espesa manta rojiza que le había ido sirviendo de abrigo a lo largo del largo viaje, un objeto redondeado, de superficie plana tapado por un paño o una tela de gran tamaño de oscuro color rojo, para colocarlo en buen lugar, lugar en el cúal sólo él pudiese acceder. Encontrado tal lugar y escondido tán valioso objeto, respiró profundamente, concentrando toda su mente en recordar los consejos del hechicero, para así, al reunirse con sus discipulos y principal ayudante, no dar la nota. No esque le atemorizará encontrarse con ellos, simplemente se encontraba un poco nervioso pero en cuanto la mañana fue avanzando, su ligera preocupación se desvaneció. Ninguno de ellos era capaz de identificar criaturas magicas, así que todos tán sólo veían en él a su maestro Rezo. Eran varios, de edades comprendidas que no iban más alla de los treinta. Muy entregados a los trabajos que les pedía y grandes admiradores del hechicero, entre ellos, la que más, la dama que al verle recorre la entrada, corrió a abrazarle, perdiendo en el camino, los extrictos modales aprendidos como sacerdotisa. Ella era la que más le llamaba la atención, ¿el hechicero y ella serían amantes?

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