Cuando pasó un día no me preocupé; tampoco me acordé de ti. Tal vez solo un poco, y entonces sonreí. Entre sonrisas incógnitas y leves movimientos de mi cabeza, cerré mis ojos y pensé que todo fue comparable a un juego de niños. "No te extrañaré, todo se olvidará, nada pasó"; pensé.
Otro día murió y la noche cubrió el vestigio de mi ser, como siempre, anocheció y me desdibujé en un fantasma. Comencé a extrañar tu mano sobre mi pecho, tu pierna sobre las mías, tu respiración agitada, tu sutil tacto. Estabas tan asustado y yo tan deleitada. Entonces sonreí... aún no lloré.
Al tercer día amanecí extrañándote; dándome excusas sobre lo que hiciste crecer en mi. No es amor obviamente, entonces qué es; me pregunté. Me escondí entre las sábanas y te imaginé. Te reviví. No, no es amor, tristemente. Ojalá estuvieras aquí.
Entonces, al cuarto día me hablaste de tonterías. Yo sabía que me querías decir algo más; pero esas palabras no llegaron. Y tu te fuiste, miedoso. Yo no quise ponerte en evidencia, ni molestarte, ni alejarte, ni incomodarte porque te quiero. Tu te debes respuestas, y aunque mi conciencia está descaradamente limpia, te extrañé.
El quinto día me hice una taza de café, muy fuerte y dulce. De repente te recordé... Lloré. Me puse nerviosa, ansiosa. Apagué las luces, subí el volumen de la música y bailé hasta desfallecer. No pude ver mis lágrimas, ni siquiera sentirlas. "Por qué estoy tan triste", grité. No dormí... te imaginé. A ti y a otros verdaderos y falsos. entonces comprendí.
Al sexto día me di cuenta que escribí estas líneas como si viviera en el futuro solo para no colocarme en el presente y darme cuenta que vivo en el pasado. Por qué te extrañé si no te amé. Nunca te amé. No te amo. Pero quisiera saber si llegaría a amarte. Ahora entiendo.
Temblé de temor.
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