Trás un duro día de completa dedicación a los estudios, sentí que necesitaba relajarme un poco. Probablemente esa no fuese la manera más adecuada pero la primera vez que la experimenté me pareció la más eficaz. Las consecuencias serían a la larga nefastas para mi higado pero como me convencía a mí mismo de que si lo experimentaba muy de cuando en cuando el daño no sería tán dramatico solía valerme del "Hada Verde" más de lo que mi moralidad me permitía. Una bebida muy difícil de encontrar por la ciudad ya que los religiosos y las autoridades prohibían su elaboración y destribución. Claro que algunos hombres de portentoso saber y gran astucia la elaboraban y servían en secreto. Los osados a menudo la mezclaban con unas gotas de veneno, los demás con algo menos nocivo y más agradable al paladar, leche. Yo al principio la tomaba con leche, creyendo así suavizar su amarguísimo sabor hasta que fui tentado por un compañero a tomarla mezclada con veneno. Sintiendome siempre mareado y alejado de la realidad, me recuesto sobre el primer sofá o sillón que encuentro y dejó que esta mortifera y fascinante hada me haga suyo, regalandome intensas e inauditas visiones de una vida que no puede ser más diferente a la que realmente vivo...
Oscuridad, todo lo que me rodea es oscuridad sin embargo puedo sentir los rayos del sol sobre mi rostro, tán calidos como molestos. He de figurarme que un día más a comenzado y las voces que con tanta claridad escucho aún estando tán lejos de mi dormitorio son un buen ejemplo de ello. Me desperezó con rapidez ya que una extraña sensación se apodera de mí, similar a un presentimiento. Hay algo que anhelo con tanta desesperación que no puedo pensar en otra cosa, ese objeto me tiene totalmente absorbido. Recorro las amplias estancias, a lo largo del recorrido diferentes voces me saludan con un respecto escalofriante.
-Buenos días, Maestro Rezo. -
Las voces parecían provenir de varones de muy distinta edad pero también había alguna que otra femenina. Lo cúal era agradable de saber. Llegando a la puerta de entrada, una de las voces. Masculina, energica y muy jovial me hizo detenerme.
-Maestro Rezo, ¿abandona el laboratorio tán temprano? -
-Así es. Tengo cosas muy importantes que realizar fuera de aquí. -Le respondo sin dejar que perciba mi crispación. Deseo llegar lo antes posible al lugar al que me dirijo pero no puedo mostrarme descortés ante uno de mis pupilos. Son tán colaboradores.
-Oh tiene razón. ¿Podría acompañarle? Quizás le venga bien mi compañia. -Se ofrece con una disposición difícil de creer viniendo de un joven. Sus palabras me producen un gran gozo pero no puedo permitirme ese lujo, esa mañana no. Posando una mano sobre su hombro, con una sonrisa, agradecido le respondo:
-Te lo agradezco con toda mi alma pero me serías de mayor utilidad quedandote aquí. -
Y salgo del edificio dejando como eco de mi presencia un tenue y repetitivo sonido. Ese joven cierra la entrada y regresa a sus tareas como sus demás compañeros. Ser interrumpido por unos bandidos no plantea ningún problema. Si las palabras no les calman, unas abrasadoras bolas de fuego lo haran. Oigo sus gritos de terror mientras corren por la estepa dejando sus armas atrás. Despúes de comprobar la calidad de cada arma, decido llevar conmigo la más cuidada.
"No debo de ser excesivamente duro con ellos. Es el hambre lo que a muchos de ellos les impulsa a robar..."
Tras una larga caminata con la poca distracción que una hilera de pensamientos sólo puede ofrecerme acabo por llegar al lugar que me proponía. Consciente del sagrado suelo que estoy pisando antes de avanzar me inclino realizando una reverencia. Los guardianes del templo no dicen palabra, simplemente observan a la muchedumbre y a los sacerdotes orar.
"Jamás pensé que un individuo como él fuese a citarme aquí "
-Ojala pudieses apreciar la belleza con la que son construidos los templos. -Escucho detrás mio.
-Puede que ahora no pueda pero recuerda, algún día seré capaz. -Le replico sin alzar demasiado la voz ya que nos encontramos dentro de un templo. Los lugares más sagrados que existen. Antes de salir vuelvo a arrodillarme repitiendo la reverencia ante los dos atentos guardianes. Varios pasos lejos del templo, podemos hablar con calma del asunto que nos ha reunido.
-¿Has traido lo que nos prometiste? -Pregunta incapaz de controlar las ansias que tiene de ser recompensado.
-Por supuesto pero no oigo ningún bebe llorar en tus brazos. -Le confirmo dejandole entrever el saco que llevo atado a la cintura retirandome un poco la larga capa roja que me cubre por completo. -Si le ha pasado algo malo al bebe el trato será anulado. -Le recuerdo sin perder los nervios. Calmado y firme, como ha de ser todo buen negociador. Él en cambio parece un matojo de nervios, traga saliva y exclama:
-¡Te juro por El Dragon Rojo Ceiphied que no ha sufrido percances! -
-Entonces, ¿por qué no está contigo? -Exijo saber arqueando una ceja.
-Pues... Pues porque al parecer un vecino sobrevivió al ataque y... -Trato de contarme, perdiendo por completo la entereza. Realmente debía de tenerme o un gran respeto o un miedo espantoso. Me vi obligado a interrumpir su historia. Ya había demostrado bastante paciencia:
-Basta. En cuanto sea conocedor del paradero del bebe, recibirás el pago acordado. -
Comence a caminar, a pesar de los continuos intentos de que no me fuese por parte de aquel bandido, bandido que ni siquiera era el lider del grupo al que le encargué a cambio de una gustosa cantidad de monedas de oro atacar la aldea en la que se habían escondido mi nieta y su esposo. Más tarde, trás haber tomado algo medianamente decente en una asequibre taberna, continuó con mi busqueda. Si mi intuición no me falla, me figuro que ese aldeano debió de ser llevado al hospicio más cercano posible donde sería atendido de inmediato.
-Disculpa al idiota de mi socio. Desde un principio no fue buena idea que se encargase del mocoso. -Me comenta una voz ronca, ruda y con tono levemente arrogante. -Yo sé a que hospicio fueron llevados el aldeano y el bebe. Dejame guiarte hasta ellos. -Añade suavizando su voz, como para que así sonase menos desagradable.
Cuando el bebe me es entregado, mi corazón se inflama de satisfacción. Acarició sus revoltosos cabellos y el recuerdo de su padre me viene a la mente. El pequeño se agita suavemente entre mis brazos. Los palabras que surgen de su boquita todavía meros sonidos apenas entendibles hacen que nazca una sincera sonrisa en mis labios.
-Me alegra tanto que este niño poseía un pariente. Habría sido tán triste tenerle aquí. -Me comenta la misma persona que me lo ha entregado acompañandome hasta la salida. Las habitaciones son grandes y en cada una de ellas se trata una necesidad distinta. Las personas sin hogar estan reunidas en una de las habitaciones más cercanas. Al contrario que las personas que padecen enfermedades infecciosas o contagiosas como la temida Lepra. A lo largo de los años todos me parecen tan iguales que ya no me pierdo. A la salida, probablemente cubierto por una larga capa con capucha el lider de los bandidos me espera.
-Aquí tienes lo prometido. -Le indico dejando caer el saco lleno de monedas de oro en sus manos.
-Ya sabe que si desea cualquier cosa, puede contar conmigo y mis muchachos. -Me recuerda con tono cordial.
-Contigo, Dilgear, puede pero con los demás, me temo que no. -Le rectifico. -Lo tendré en cuenta de todos modos. Qué Ceiphied te proteja. -
"Probablemente debería ofrecerle trabajar exclusivamente para mí. Me vendría bien que alguien se encargase de este tipo de cosa mientras yo continuo con mis investigaciones..."
Beso la frente de mi pequeño Zelgadiss antes de retomar mis investigaciones. El aún es tierno para comprender las decisiones que a veces ha de tomar un hombre para ver cumplidos sus deseos.
Regresar a la realidad suele resultar más pesado que sumergirse en un sueño. Mis ojos vuelven a la normalidad poco a poco pero las imagenes que llegan a mi cerebro aún se ven extrañas, irreales. Me quedo un rato más acomodado en el sofá hasta que recobre la estabilidad totalmente. De vuelta al hogar, a una habitación inundada de libros, busco una libreta y como no, una pluma con la que escribir en ella. El Hada verde es tán inspiradora, es comprensible que la mayoria de caballeros y damas que encuentres en ese local prohibido sean artistas o agobiados ricachones que buscan algo más que poseer un higado irritado. Recupero algunos fragmentos del sueño y retomo mis estudios.
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