-¿Estás bien?
Oigo una voz y para cuando logro abrir los ojos me encuentro cara a cara con un viejo conocido, un viejo conocido ¡Qué debería estar muerto y enterrado! Lleva un ropaje realmente extraño pero le sienta bien. Miro a mi alrededor y me siento aún más confusa, ¿qué son todas esas maquinas? ¿Dónde diablos está mi ropa? Sobre una mesita que está al lado de la cama en la que me encuentro está mi ropa. Me la pongo inmediatamente y al mirarme la veo levemente cambiada, él se rei y me ayuda a abandonar ese lugar. Yo sigo sin poder creer que camine a su lado como si fuesemos compañeros, padre e hija o buenos amigos... En cuanto se distrae, salgo corriendo. Todo, todo es tan extraño hasta que llego a un gran parque y veo un gran arbol, creo que es lo único que me resulta familiar. Estoy confusa y cansada aunque no sé como mis heridas han mejorado. Decido cerrar fuertemente los ojos hasta que las cosas vuelvan a su ser, rapidamente caigo dormida...
No sé cómo o por qué pero esa chica me resulta familiar, me aproximo a ella. Duerme. Sus cabellos rojizos, su rostro, todo me resulta tan familiar pero no recuerdo haberla visto por aquí alguna vez. Me siento a su lado hasta que la señorita Amelia me encuentra, para ser tan joven tiene muy claro su objetivo, o sea, yo. Corre gritando mi nombre, lo cual provoca que la chica que está a mi lado se despierte, se despierta de mal humor y para nuestra sorpresa, la de Amelia y la mia, reprende a Amelia:
-¡Amelia deja de gritar! ¿No ves que estoy durmiendo un rato?
Abre los ojos y menudo grito pega:
-¡Zelgadis qué susto me has dado! ¿Qué haces tan cerca de mi?
¿Zelgadis? ¿Quién es ese? Vamos, la chica actua como si me conociese de toda la vida, como su fuesemos muy amigos. Nos levantamos y nos acercamos a Amelia, la pobre tiene una cara de susto pero la chica no parece muy peligrosa, más bien parece un poco perdida. Quizás sea amnesica. La llevo conmigo, quizás allí puedan ayudarla o al menos darle un hogar.
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