martes, agosto 16, 2011

FanFic Slayers Rojo Relativo

Rojo Relativo - FORTALEZA


Ahora que soy fuerte y por lo tanto poderoso, me siento debil pero esta debilidad que siento no tiene nada que ver con un estado fisíco. Vendría a ser una debilidad más bien mental o de espiritu. Pero tengo que lograr recuperar la fortaleza de espiritu que una vez tuve.

Nada más sentir los primeros rayos del sol sobre mi piel de dura roca, abrí los ojos y me incorporé. No podía permitirme el lujo de ser el último en despertar y mucho menos sabiendo que Rezo iba a venir para transmitirnos nuevas indicaciones. Con los ojos entrecerrados debido a la luz que se intensificaba sobre mi rostro al salir de mi estrecha y sencilla cama busque mis ropas, que seguramente estarían colocadas sobre la única silla que podía uno encontrar en la habitación. Una silla pequeña de madera sin tapizar. Colocandomela a toda prisa salí de la habitación. A pesar de ser conocedor de que Rezo no llegaría hasta bien entrada la mañana, mi preocupación era llegar de los primeros. Antes de dirigir mis pasos a la que era la gran sala en la cúal comiamos o pasabamos el rato, busqué mis botas. A menudo a los compañeros que no consideraban como parte de su grupo gastaban bromas muy pesadas, según el bromista, la broma podía ser peligrosa o no. Trás rebuscar por todas partes lograría encontrarlas. Por desgracia, estaban realmente sucias. Las limpie apurado y até los diversos cordones entrelazados que poseían. Lo mejor de ser de los primeros era que podías ponerte bien delante. Dilgear solía ser de los primeros en llegar también, acompañado por dos tipos bastante corpulentos. Los demás llegaban amontonandose.

-Veo que esta mañana tampoco se te han pegado las sabanas. -Masculló Dilgear dandome un buen golpe en la espalda. Dilgear trataba de ser amistoso pero estaba claro que yo no le gustaba.

-Así es. Ya sabes lo exigente que es Rezo. -Replique tosiendo esforzandome por mantenerme en pie. Su golpe había sido bastante brusco.

-¿Qué confianzas son esas? Si el señor Rezo te escuchase te castigaría. -Me advirtió una vocecita chillona acompañada por un desagradable olor a pescado y unas pisadas que parecían más propias de un pato.

Giré mi cabeza y tal como supuse la voz provenía de Noonsa. En cuanto comenzasen a llegar más bandidos Noonsa se vería obligado a ocupar el último y más lejano rincón de toda la sala. Sus grandes ojos apenas pestañeaban. Volví a mirar al frente y pude observar como Rezo entraba agarrando fuertemente del brazo al único bandido que llegaba tarde. En su rostro se apreciaba cúan avergonzado se sentía y lo mucho que le dolía el brazo. Rezo apretaba de el con tanta fuerza que casi temí que se lo fracturase allí mismo. Todos nos levantamos una vez Rezo soltó al hombre en mitad de la sala. El pobre consiguió un lugar entre empujones. En todo el lugar reinaba la misma sensación de debilidad que yo sentía. Nuestros cuerpos eran fuertes pero nuestro espiritu era quebrado por un hombre, un hombre que a primera vista ofrecía un aspecto más fragil y etereo que el nuestro, ese hombre era Rezo, el llamado por las gentes Monje rojo.

-Muchachos, como ya sabreís, cada vez hay más y más blesser Demons por la zona, algunos incluso han llegado a atacar poblaciones cercanas y puesto que vosotros habeís causado tanta o mayor destrucción que ellos, ¿qué os parecería redimiros deshaciendoos de esos seres infernales? -Nos propusó aquella vez. Más de uno se quejaría.

-¡¿Estás loco?! -Gritaría uno.

-¡Ni borracho! -Diría a viva voz otro.

Rezo sonreía pero frunciendo el ceño diría lo siguiente, especialmente para aquellos que protestaban:

-¿Con que no teneis ninguna intención de redimiros? Muy bien, entonces, ¡os ordeno ir y vencer a los demonios! Quien no obedezca esta orden, ya sabe lo que le sucederá. -

Todos callamos y gritamos bien alto:

-¡Así lo haremos! -

Alzamos nuestros puños e incluso aquellos que en principio se negaban salieron corriendo a cumplir con la orden. Yo me quede, Rezo parecía desear hablar conmigo. Comprobando que todos los demás había abandonado la sala, me aproximé a él. Saber que aún permanecía dentro le agradó.

-Zelgadiss, tu vendrás a la ciudad conmigo. -Dijo colocando su mano derecha sobre mi hombro derecho. Su piel siempre me resultaba tán suave y sus dedos eran largos y finos.

Cruzandome de brazos, pregunte_

-¿No quieres que vaya y eche una mano contra los demonios? -

-¿Tienes algo de lo que redimirte? -Me respondió saliendo de sus labios una suave risita.

Me encogí de hombros y negue dandole un simple no. Durante el camino hacía la ciudad me expusó lo que quería que yo hiciese mientras él se ocupaba de atender y curar a los más desfavorecidos como mendigos o prostitutas halladas y llevadas a los hospicios. Yo, a diferencia de sus aprendices y ayudantes, nunca iba con él. Claro que nos reuniamos pasada la hora de comer. La verdad, me gustaba ese modo de proceder aunque más de una vez tuve problemas. Ya no era aquel chiquillo inquieto que le seguía durante toda la jornada, que no comprometería su buena imagen. Mi aspecto, aunque diambulase todo tapado, dejando tán solo a la vista mis ojos y algo de flequillo color platino, distaba mucho de ofrecer una imagen positiva. La gente desconfia de los individuos tán tapados, a menudo creen que son mercenarios o peor, asesinos. Rezo se limitaba a indicar a la gente con la que trataba sus otros asuntos que era su guardaespaldas.

-Si su eminencia lo dice. -Aceptaban algunos sacerdotes su palabra.

Porque para bien o para mal, la mayoria de documentos u objetos magicos se encontraban en bibliotecas llevadas por sacerdotes o hechiceros de grados muy altos. Si tuviese algo de voluntad más de una vez lo hubiese dejado solo pero eso además de cobarde me habría traido un problema mayor. Rezo es muy astuto, nos tiene a todos bien controlados gracias a un hechizo de seguimiento. Somos como esos caballos salvajes que poco a poco, trás varios golpes de fusta se rinden a lo evidente. No hay modo de engañar a su amo. Sin embargo yo, tán terco y tán joven como para rendirme, obedecía hasta encontrar esa manera de encontrar la libertad y seguir vivo.

miércoles, agosto 03, 2011

FanFic Slayers ROJO RELATIVO



Este MARAVILLOSO dibujo no es mio y creo que eso resulta bastante obvio XD Es de una gran artista y fan de Slayers conocida como EugeneCh ^^ De mis FanArtistas favoritas ^^


NOTA DEL AUTOR (O AUTORA XD):

Esta historia va a ser un FanFiction de Slayers ^^ Espero que os guste y bueno sabed que algunas cosas las he ido deduciendo o imaginando por mí misma pero muchas otras han ido saliendo gracias a otros FanFics que he ido leyendo, me han gustado y he considerado muy buenos. Hay personajes mios pero secundarios y uno que pertenece a QP/Diana. Si lo menciono directa o inderectamente es porque... Es un ayudante o aprendiz de Rezo en su historia ^^'

Los demás personajes son creación de Hajime Kanzaka al igual que Slayers y tal... Por último, historia narrada en primera persona ^^


Transcurridos ya cinco o seis años desde que trajese conmigo al pequeño Zelgadiss, sentía que ya no podía dejar pasar más tiempo alejado de mis investigaciones pero aún era pronto, pronto para involucrar a Zelgadiss. Tampoco podía desatenderlo en exceso pues Zelgadiss se encontraba en esa edad egoísta e inquisitiva en la cúal los niños comienzas a aprender y a adquirir sus primeros principios de comportamiento. Como caidos del cielo, cada uno de mis aprendices, llegaban a las pocas semanas de que otros se marchasen, por propia voluntad o debido a que la formación que les había brindado ya había finalizado. Parnassus, uno de los más mayores, barajeaba la idea abandonar la mansión. Ya conocía y poseía el dominio necesario dentro de la magía blanca y aunque le ofrecí alargar su estancia para que estudiase magía astral el joven con gran gratitud y meditadas palabras rechazó mi oferta. Perdonadme si mis palabras suenan crueles pero sinceramente tampoco lloré su partida con gran intensidad, Pernassus era un aprendiz y un ayudante excepcional pero nunca fue el único. Para Zelgadiss su partida si fue un duro golpe. Zelgadiss, muy a mí pesar, se encariñaba demasiado con mis aprendices. Especialmente había dos o tres a los que apreciaba con mayor fervor y entre ellos estaba él. Los viajes que retomé no sería por tierras muy lejanas, por lo que no durarían muchos días pero para Zelgadiss eran unas temporadas de ausencia difíciles de llevar. Sinceramente en un principio no formaba parte de mis planes llevarlo conmigo pero cuando una de las ayudantes me lo sugerió preocupada por Zelgadiss, tuve que ceder.

-Nosotros podemos ocuparnos de él, no es problema, pero ¿no cree que pasa demasiado tiempo solo y en la masión? -Me expondría con lograda elocuencia. Era una ayudante demasiado madura para su juventud. Probablemente debido a que de niña se vió obligada a atender a algún familiar enfermo o de algún hermano menor. Su voz era agradable, incluso cuando adoptaba un aire mandón.

-Tienes mucha razón. -Admití. -Será bueno para él conocer mundo. -

-Y hablar con otras personas. Seguro que a nosotros nos tiene ya muy vistos. -Añadiría burlona antes de retomar de nuevo sus tareas. Sus pasos se escuchaban a la lejanía tán seguros y rapidos como los de alguien que hubiese salido airoso de una disputa o trás una victoria. Cuando Zelgadiss fue informado, su pequeño y frágil corazón latería lleno de incontenible alegría. Pasar las largas tardes de invierno dentro de la mansión, pintando o leyendo estaba bien pero llegada la primavera y luego el verano, las actividades adentro se volvían tediosas y repetitivas. Al fin y al cabo, era un niño, un niño más activo e imaginativo de lo que uno pudiese haberse supuesto. Parnassus y Ferrisian le llenaban la cabeza de leyendas y aventuras increibles pues ellos, tán habiles como ingeniosos, eran los encargados de traer comida a la mesa. Uno con sus flechas magicas y el otro con su larga espada. Pandora, hermana de Parnassus, tampoco parecía tán indefensa como las personas videntes creían. Era capaz de utilizar algunos conjuros de magía negra sencillos pero muy efectivos. Claro que ella prefería la cocina. Los otros, por ejemplo, uno de lo,s más jovenes, Cliff, era muy inteligente y gustaba de jugar al ajedrez contra mí. Claro que todos, aún teníendo ocupaciones particulares en la mansión, si eran llamados, dejaban sus esas tareas para escuchar mis instrucciones. De vez en cuando, si consideraba que sus esfuerzos y sus modales eran adecuados, les permitia salir y tener algo de tiempo para ellos pero como bien les advertía antes de marcharme a los que se quedaban guardando la mansión y estudiando, mi ausencia fisíca no debía representar para ellos una libertad, todo lo contrario pues siempre acababa enterandome de sus peripecias. Escarceos y jugarretas que no salían del todo bien, divertidas y atrayentes para Zelgadiss pero con castigos muy severos. Que Parnassus se marchase dejó a Zelgadiss sin esa posibilidad morbosa de inflingir algunas normas como la de salir de la mansión sin decirmelo previamente. Crystal, la ayudante que me recomendó llevarme a Zelgadiss a algún viaje, al pasar más tiempo con él o cerca de él sabía que la marcha de Parnassus lo había entristecido mucho.

-No conozco a ningún otro hombre que ame y respete más. Ir con vosotros será muy bueno para él. -Le comentaba al aprendiz que pensaba llevarme como ayudante y lazarillo mientras preparaban juntos un humilde equipaje en una bolsa oscura de lana.

-Es verdad. Seguro entre el maestro Rezo y yo lograremos que supere lo de Parnassus. -

Hay que supesar los acontecimientos. Suceden cosas devastadoras pero luego pueden suceder cosas grandiosas. Eran viajes sencillos, por lo que ni mis ayudantes ni el propio Zelgadiss sospechaban nada y cuando comenzó a hacerlo, ya se vió muy metido en ello.