jueves, agosto 09, 2012

FanFic CCS INCONFESABLE

NOTA DEL AUTOR (O AUTORA XD): 
Los personajes de CCS y alguno que otro de xxxHolic son creación exclusiva de las CLAMP (Sólo aquellos cuyos nombres no identifiquéis son cosa mía) 
Historia contada en primera persona ^^ (Entre Eriol y Tomoyo) 
La idea es bastante rara pero espero que os guste, esta vez TODA la historia va a ser en el plan más realista posible (Dad las gracias a Choco-Chan y otras grandes fans más centradas que yo XD) 
Tomoyo Daidouji y Eriol Hiragizawa nunca han sido tan amigos como aparentaban sin embargo tan sólo Eriol parece capaz de ayudar a Tomoyo a romper su mascara y ser ella misma... 
 Espero que os guste ^^ En principio podría haber sido clasificado T pero al final es mejor que sea M 

"Las mujeres son secretistas por naturaleza, y les gusta practicar el secreto por su cuenta." 
Sir Arthur Conan Doyle - Novelista escocés. 

FanFic CLAMP 
 Iiarawasenai hodo no INCONFESABLE

 (Tomoyo) 

 Abrí los ojos costosamente al leve sentir de la luz que se filtraba por la ventana otorgando al lugar en el cual me hallaba iluminación natural. Entre un sin fin de pestañeos dolorosos, la borrosa figura en mitad del techo se tornaría más nítida ayudando a mi cerebro a ubicarse un poco mejor. Se trataba de una de esas grandes y doradas lamparas antiguas en cuyas extremidades se solían colocar velas de cera pero que ahora parecían albergar bombillas de redondo cristal como en cualquier otra casa moderna. Incorporándome y llevándome una pálida mano a la cabeza repleta de oscuro y largo cabello negro sutilmente azulado gracias a los rayos que se proyectaban contra él intenté recordar, al menos, como había ido a parar allí, a la amplía y cómoda cama de un adinerado extraño pues estaba claro que la suave respiración de otro individuo no era cosa de mi alocada imaginación, yo nunca me vi forzada a acudir a un psicólogo por ese motivo ya que yo era la niñita buena y prudente del grupo, convirtiéndome así en la aburrida junto a Rika Sasaki. Teníamos tanto en común... Fue al girar la cabeza lentamente hacía ese extraño totalmente desnudo, meramente cubierto por sabanas de puro color que el espanto llegó a mí. ¡No podía ser posible! Giré la cabeza violentamente hacía el lado opuesto asqueada pero al volver a observarle, conteniendo la respiración como quien va a destapar el cadáver de un ser amado en una sala de autopsias, observé de nuevo al hombre joven de oscuros cabellos y nívea piel que dormía una sonrisita pícara en su rostro de finos y atractivos rasgos. Entrecerrando los ojos no me cabía duda de que ese hombre era un antiguo conocido, Eriol Hiragizawa. 

-¡Hiragizawa...! -Se me escapó de entre mis atónitos labios rosados retirándome velozmente de él sin importar cuan dura y sonora fue mi caída de la cama. 

Sin mirar atrás, tal y como había llegado al mundo, corrí estrepitosamente por la gran mansión hasta dar con un lugar en el que encerrarme y gritar hasta quedarme sin esa melodiosa voz que tanto agradaba a mi madre y sus amigotes. Jadeante, gire varias veces uno de los botones junto al plateado grifo con la esperanza de que un poco de agua fría me devolviese la razón. Tomándola entre mis manos me la echaba contra mi sofocada cara sin apartar mis ojos de claro azul de la asustada mujer que me miraba con igual temor, volviéndose como por arte de magia el tono de sus ojos de un marrón intenso, casi rojos. Aguantando el frescor helado mientras me secaba con una azulada toalla de amoroso tejido, opté por sentarme en el váter con las manos una sobre la otra cerradas entre mis muslos y mi sexo cubierto por finos y enmarañados pelos púbicos. Un insoportable dolor de cabeza me garantizó que no, que aquello era muy real para mi desgracia. Cerré los ojos apretando los labios, tampoco deseaba rememorar el curioso tic nervioso que se apoderaba de mi cada vez que perdía la serenidad. Creo que me quedé dormida a pesar del malestar pues mi encantador amante lograría entrar en mi ocasional santuario... 

 (Eriol) 

Reconocí que su reacción fue justificada pero me molestó el agudo chillido que surgió de esos mismos labios tan deseables. Tapando gran parte de mi fibroso y claro cuerpo con una sedosa bata de oscuro azul con caprichosos estampados de astros dorados, me desperece y acudí hasta ella. Después de lo sucedido a lo largo de la noche con sinceridad, no consideraba necesario cubrirme frente a ella, ocultar lo que una vez fue acariciado y besado con avidez pero no había olvidado cuan pudorosa podía mostrarse la señorita Daidouji llegada la razón. Achispada era una compañera mucho más valiosa pero habría que aguantar a la otra Daidouji. Aclarándome la garganta, golpeé la puerta de madera pintada en busca de una confirmación a la petición de intromisión que no llegó. Observado por los brillantes y penetrantes ojos rasgados de SpinelSun, mi felino compañero de cuerpo estilizado y del color de la noche, me tomé la molestia de dejar a un lado tanta caballería inútil. Llevando conmigo la llave maestra con sólo ajustarla en la cerradura y girarla suavemente mientras sostenía el pomo, me adentré en mi cuarto de baño sin decir palabra, manteniendo un dedo sobre mis curvados labios hasta que mi oscuro compañero desapareció al entornar la puerta. 

-Me gustaría que regresases a la cama conmigo. -Le dije cuando abrió los ojos y los fijo alarmada en mi presencia. -O acaso, ¿no te parece descortés abandonar así a tu amante? -Añadí burlón cruzado de brazos y levantando una de mis negras cejas. 

Su replica fue simplemente maravillosa, me gustaba comprobar que podía encontrar cierta maldad en la buena y dulce Tomoyo Daidouji. 

-No serías el primero... -Soltó poniéndose en pie para echarme. -Y ahora, ¿Serías tan amable de ir yendo tú primero a la cama? - 

Encogiéndome de hombros, accedí. Cuando una mujer se haya en un estado así de hostil es más recomendable complacer a imponerse. Tarde o temprano superaría lo acontecido la noche anterior, tarde o temprano aceptaría la realidad, que incluso las niñas buenas tienen un lado oscuro que desea ser revelado. Levemente tumbado sobre mi cama de extenso tamaño y considerable longitud, apoyando parte de mi rostro contra la mano izquierda me recreaba en el recuerdo de su exquisito cuerpo desnudo fundiéndose con el mio. Alguien como yo no cuadraba con alguien como ella aunque físicamente hubiese tantas similitudes. Ella siempre había jugado a ser la chica perfecta, seguramente a fin de gustar y agradar a todas las personas de su alrededor, huyendo de lo erróneo y forzándose a no cometer ni el más mínimo fallo ya que su fachada se iría al traste. Siempre con una sonrisa reconfortante en el rostro, bien vestida y aseada, con estudiosa y miembro de un sin fin de grupitos. Todo fachada, todo un descomunal esfuerzo por erradicar aquello que la había marcado. Yo en cambio era considerado el raro, el chico extranjero solitario y misterioso, un estudiante modelo pero con una imaginación peligrosa que contrastaba con su carácter maduro y taimado. Agridulce infancia memorable gracias a la amistad que me brindaba la señorita Kinomoto y su prima y mejor amiga, la señorita Daidouji o me gustaba creer. Mi mente regresó a la actualidad al oír los pasos que emitían los pies descalzos de mi vieja amiga sobre el suelo de madera. 

-Vamos, échate junto a mí y aprovechemos que hoy es Sábado... -Le sugerí dejándome caer sobre la almohada sin gran variación de mi cuerpo, dedicándole una sonrisa seductora. 

(Tomoyo) 

Me quede un rato mirándole con fastidio pero resoplando consciente de que había sido yo la que había optado por retomar el dormitorio ya que aunque lo intentase no habría encontrado una manera coherente de salir del embrollo me tumbé en la cama nuevamente cerrando los ojos con fuerza. El incómodo presentimiento de que mi amante podía seguir con los ojos bien abiertos me obligó a dejarlos entreabiertos al cabo de un rato. 

-¿Qué ocurre? ¿Tengo monos en la cara o qué? -Le exigiría saber arrugando la frente bajo un montón de negros mechones de pelo que la ocultaban hasta casí tapar mis ojos al confirmar que sus ojos color celeste estaban posados en mi tras sus redondeadas gafas de fina pasta. -La gente suele dormir con los ojos cerrados. - 

-Lo sé pero tenía miedo de que tras cerrarlos, al abrirlos, no estuvieses a mí lado. -Me respondió con una voz que haría humedecerse incluso a la más casta de las monjas tomando mi mano para darle un beso como hubiese hecho un autentico galán o caballero. 

-P-Pues duerme tranquilo, por mucho que yo lo deseé no creo que algo así fuese a suceder. -Repliqué aguantando lo mejor que pude el rubor que parecía querer extenderse por mis claras mejillas, alejando mi mano con rapidez. Él con expresión divertida en su rostro me contrarió: 

-Si lo desearás con verdadera intensidad, a lo mejor, sí. - 

Me crucé de hombros como clara señal de incredulidad y disgusto. Pocos tenían el descaro o atrevimiento de discrepar con la miembro del club de debate más brillante y elocuente. Él se echaría a reír y cada carcajada, por muy modulada que saliese resonaron en mi cabeza, la cual continuaba siendo victima de una cansina resaca. 

-Sólo bromeaba... -Se disculpó. -Deseaba saber si poseías sentido del humor además de unos senos tan definidos y turgentes. -Lo último no fue nada adecuado pero no parecía importarle ofender mi sensibilidad, trazando su figura al recorrer uno de ellos con sus dedos de seda. 

-¡Oye! ¿No sugerías pasar la mañana durmiendo? -Me puse a gritar incorporándome toda roja de vergüenza, sofocada. No deseaba repetir el mismo error, al menos no tan seguido. 

-Y así era pero ya que estás tan tensa, he pensado que podríamos hacer otra cosita... -Me susurraría al oído imponiendo su cuerpo al mio antes de besarme en toda la boca con una lascivia insospechada. El sutil azul del color de mis ojos pasó a un encendido rojo entre múltiples pestañeos. 

Como escuchado por un ángel, alguien llamaría a la puerta provocando que sus labios se separaran de los míos con precisión. Llenando mis pulmones de aire y cerrando los ojos dí las gracias mentalmente a mi salvador desconocido. Cayendo boca arriba creí atisbar a Hiragizawa caminando a zancadas lejano más sabía que en cuanto se deshiciese de la persona que le reclamaba, volvería a la carga. La imponente bestia negra que osó adentrarse en el dormitorio de su amo se quedaría quieta entre la puerta y la cama en la cual estaba yo emitiendo un continuado pero suave gruñido. Me tendría bien vigilada pues no moví ni un musculo hasta que su dueño apareciese ante nosotros, seguido por mi salvador o en palabras del propio Hiragizawa, la pesada de Nakuru... 

(Eriol) 

-¡No me digas que ya has vuelto a hacer de las tuyas! -Saldría de la boca Nakuru al abrir los ojos y ver a la señorita Daidouji tumbada en mi cama, sólo habiendo sido tapada la parte inferior de su hermoso cuerpo por las blancas sabanas. 

-Para nada, el sexo fue algo que simplemente surgió. -Le aclaré aunque en sus ojos color caramelo se apreciaba que no creía ni una de mis palabras. -Y ahora si me disculpas retomaré el asunto que tenía entre manos. -Añadí haciéndome paso para crispación de la ruidosa Nakuru, que gritaría con voz más aguda y desagradable de lo que en verdad era: 

-¡Ni se te ocurra! ¡Tienes cosas más importantes que hacer y lo sabes! - 

¡Pobre señorita Daidouji, con tantos gritos, su dolor de cabeza no disminuiría, más bien, crecería y crecería hasta volverse inaguantable! Con un ápice de desagrado en mi voz, repliqué sin ni siquiera girar la cabeza hacía mi mandona niñera particular, parándome un momento, justo dónde SpinelSun permanecía impasible: 

-¿Podría vestirme como es debido antes de dedicar todo mi tiempo a esas cosas más importantes al menos? - 

La risilla disimulada al colocarse una mano sobre la boca de la señorita Daidouji era el motivo que me animaba a sacar el fanfarrón que llevaba dentro en vez de mandar a la señora Akizuki a ocuparse de sus asuntos como hubiese hecho de estar ambos solos. Ella también lo sabía y sabía que tras las sonrisas y el protocolo había un hombre poseedor de un fuerte carácter. Su silencio fue todo lo que necesité oír a modo de confirmación. Spinel Sun cambiaría el objeto de su atención, siendo este la alta y flacucha mujer de apariencia juvenil que tanto le crispaba como si hubiese sido capaz de presentir lo que saldría de mi boca a continuación. Si no fuese por el orgullo que esa fiera demostraba tener, la señorita Daidouji hubiese podido advertir un brillo suplicante en sus rasgados ojos de felino. Emprendiendo el proceso de envestidura, yendo hacía el armario con pasos ligeros, mi pálida piel era ocultada ante la atenta mirada de la callada Tomoyo. No me quitaba ojo sin embargo cada vez que alzaba la vista y yo dirigía los mios hacía ella, los disviaba haciendo una mueca de desprecio. 

-Bueno, mi querida Tomoyo, me temo que esto será todo por ahora pero créeme, no va a ser el único. -Me despedí de mi adorable y remolona amiga cual presentador televisivo juntando las manos al realizar una reverencia completamente vestido. 

(Tomoyo) 

-¡Vete de una maldita vez! -Le grité a modo de despedida llevada por un enojo impropio de mí. Incluso me había aferrado a una de las dos blancas almohadas que había bajo mi cabeza para usarla contra él. 

No sé cuanto tiempo me llevó retomar el sueño pero no me costó gran energía, sólo era cuestión de dejar la mente vacía mientras me acostumbraba a aquella cama, excesivamente confortable en comparación con la que tenía en mi pisito de soltera no muy lejos del Russell Square Garden. Piso cuyo coste no era problema pero que me gustaba pagar a medias con mi compañera de piso, de vida social más agitada que la mía y bohemio trabajo. ¿Qué otra cosa hubiese sido apropiada de hacer? Sabía perfectamente que salir de allí era lo primordial pero acepté sin mucho replicar la amable oferta de la señora Akizuki. 

-¿A dónde crees que vas? -Fue lo primero que se le ocurrió decirme al fijar una vez más sus ojos en mí, saliendo yo apresuradamente de la gran cama mientras la particular mascota de Hiragizawa se negaba a salir del dormitorio. -Tienes un aspecto horrible, anda, quédate un rato para descansar y luego ve a donde tengas que ir. -Agregaría formulando la coherente propuesta que debí rechazar. 

Encogiéndome de hombros regresé a la susodicha cama. Lo último que oí fue el suave cerrar de la puerta por la jadeante castaña. Recostada meneé la cabeza con una vaga sonrisa. Me alegraba que hubiese logrado llevarse con ella al amenazante animal que se había tomado el lujo de ser una especie de guardián mio. Al parecer sólo ¡Sólo! obedecía a Eriol Hiragizawa, su único y principal dueño y amo lo cual complicaba mucho su labor de ama de casa a Nakuru pues el animalito no confiaba del todo en ella. Una criatura que sólo podía resultar encantadora y agradable al señor Hiragizawa. No conseguí parar de reír mientras me lo comentaba estando ambas reunidas en la cocina, sentadas frente a frente rodeadas por un buen desayuno inglés, lo que significaba platos llenos de gruesas lonchas de bacón acompañadas por algunos huevos fritos de llamas bien coloridas, un tarro de crema de cacahuete y una gran jarra hasta la mitad de anaranjado zumo recién exprimido. Tragando una pastilla que me ayudaría a combatir la resaca junto con tan delicioso y fresco liquido, le dije sosteniendo el vaso entre los dedos y rechupándome los labios: 

-Sin embargo me sorprende que Hiragizawa viva con una mujer como tú. - 

Ella levantaría sus dos pardas cejas mientras exclamaba: 
-¿No? Pues precisamente fue él quien me eligió como niñera. - 

-¡No me digas! -Grité dejando el vaso en la mesa bruscamente. ¡Eso no podía ser cierto! Y si lo era, a mi cerebro le costaba asimilarlo. Dibujándose una sonrisa de orgullo en su rostro, de finas y aniñadas carácteristicas, no tardaría ni un minuto en revelarme algún que otro turbio pasaje de la vida de mi antiguo compañero de clase. 

-Al parecer su familia no le quería y en cuanto su madre murió, lo dejaron en un internado, un internado tipo película de terror, en vez de cuidarle y brindarle apoyo... -Empezaría a contarme, de cuando en cuando haría una leve pausa para dar un buen mordisco a su tostada bien untada su superficie de marrón crema de cacahuete. A medida que me iba describiendo la situación o las cosas horribles que le habían pasado a esa edad tan delicada, fuí perdiendo las ganas de reírme. ¡Pobre Eriol! -En cuanto pudo, pidió la emancipación pero como era un crío y encima un crío con ciertos problemas, para que se le concediese, había que vivir con alguien que lo vigilase y ese alguien resulte ser yo... ¡Pero ya ves el caso que me hace! -Concluyó levantando la voz sin darse cuenta enfatizando lo que era bien obvio. 

Todo lo que se me ocurrió hacer fue suspirar llevándome la mano izquierda a la frente. Me sentí peor que mal, durante tanto tiempo lo había tratado con tanta indiferencia y recelo cuando él quizás simplemente buscaba en mi mejor amiga y en mí un poco de afecto. Sakura Kinomoto era la niña más dulce y divertida de todo el grupo y a diferencia de Chiharu, a ella no solía importarte que niño o niña quisiese estar a su lado, ella los acogía con mucha ilusión y cariño. De verdad, Sakura era todo lo que yo me esforzaba en ser en aquella etapa de mi vida aunque posiblemente mi madre se había ocupado en parte de fomentar ese deseo. En ese mismo instante me obligué a ser un poco más agradable con él por lo que me tomé muy en serio las recomendaciones que Nakuru me dió antes de ponerse a lavar los platos y vasos utilizados. Sentada no deje de darle vuelta a las forzosas palabras que le dedicaría a mi antiguo compañero antes de marcharme con recobrada serenidad ligeramente tensa gracias a la cercanía del caprichoso animal negro que habia ocupado la mayor parte del alargado sofá de rojo terciopelo. Como ya os habréis dado cuenta mi apurada huida se convirtió en un formal abandono del hogar de Hiragizawa. 

-¿Todavía sigues aquí? -Diría él fingiendo interés a los pocos momentos de entrar a su mansión. De pie ante él asentí sonriente. -Bien, había olvidado darte algo. -Agregaría rebuscando entre los bolsillos de su ancho abrigo negro antes de que yo tuviese oportunidad de recitar las palabras de despedida largo tiempo meditadas. Me dejo de una pieza lo que ví caer en mis manos extendidas. -No pienses mal querida mía, es para el Taxi que deberás pedir. ¡Hasta el próximo! -Dijo y besándome por última vez ese día en la boca avanzaría alejándose de mí.

CONTINUARÁ LOL